martes, octubre 04, 2005

2005-09-05: "Pictures at an exhibition"


Hace poco me invitó un amigo a ver su nueva casa, había creada una gran expectación porque se trataba de una casa de segunda mano que ha remodelado y las obras parecía que nunca iban a terminar. Nos gustó, es moderna, colorista, alegre, pop. Llegamos en ese momento en el que todavía queda algún resto de yeso, cuelgan los cables de la luz del techo con bombillas polvorientas, la nevera tiene algún precinto y las paredes aparecen impolutas, inmaculadas, provocadoras ante la tentación de coger un edding negro y volverse loco. Esto es lo que me hizo imaginarme las pinturas que colgaría sobre ellas. Pienso que los cuadros dan a una casa su verdadera personalidad, tanto o más que los muebles o las lámparas, crean el ambiente de un hogar y también dicen mucho de la personalidad de sus dueños. He decidido vencer parte mi pudor y, en un ejercicio de exhibicionismo sin precedentes, voy a mostrar en varias entregas los cuadros que tengo en mi casa. Quizás más adelante muestre otros objetos.

CAROLINE HUBBARD-FORD, “City in Shards of Light (oil on canvas)”: oleo pintado por mi hermano en 2002. Este cuadro está íntimamente unido a la música, concretamente a la del polaco Witold Lutoslawski. Compré un disco suyo que me encantó, cuando empezaba a interesarme por la música clásica del S.XX y el CD contenía en el reverso de la carcasa una foto de este cuadro. La música de Lutoslawski le va a esta pintura. Le propuse a Pablo que me lo pintará para ponerlo en mi estrenada casa, en lugar que merecía. A él también le gustó, tanto la música como el cuadro, además, según me dijo, gran parte del trabajo lo hizo, con buen criterio, escuchando el CD. El resultado fue magnífico y por las dimisiones del cuadro, preside mi casa desde que lo colgamos (el original es 243x152.4). Mi padre hizo el marco. El cuadro original pertenece a una colección privada, por lo que pensar que sólo puede ser visto en mi casa y en la del dueño original es excitante. Observo a la gente que vienen a casa por primera vez y a todo el mundo se le van los ojos al cuadro. Probablemente algunos lo odiarán, otros lo contrario, pero ninguno queda indiferente. Eso es lo que a mí me gusta de una obra, que no deje indiferente, pero dentro de un valores estéticos, es decir, si colgase un maniquí desnudo de la pared de mi casa, probablemente tampoco pasaría desapercibido, pero no se trata de eso.
Hubbard-Ford_1