lunes, mayo 24, 2004

2004-05-21-viernes: Noche de clásicos

2004-05-24-lunes

Empiezo el día con François COUPERIN (1668-1733): “Orden nº 21 en Mi menor”, unas piezas barrocas para clave muy a tono con el día lluviosos que hay en Madrid a las 7:30 h.


2004-05-21-viernes

Noche de clásicos. Es el cumpleaños de Pablo: 41. Qué “tarrilla”. Pasamos por su casa Fernando y yo con unos regalos. Disco de MORRISSEY y chupa vaquera. 10:00 h Sala Galileo Galilei, concierto de COOPER. Enormes, británicos, elegantes, pop total, geniales. Un gran concierto como de costumbre: bailamos y entusiasmados gritamos “...viva el botillo...”. Alex sentencia: “... Madrid nunca falla...”. Pablo compra el cartel del concierto con el día de su cumpleaños de recuerdo. Lambretas en la puerta: el espíritu de JIMMI. Hay que comer algo antes de alcoholizar nuestros estómagos y nos decidimos por el Alfredo´s Barbacoa, todo un clásico de la comida guarra, rápida y barata, pero buena. Recomendado por Edi Clavo (Gabinete). En la pared un recorte de periódico del Príncipe Felipe celebrando su cumpleaños con unos amigos. Sólo ha faltado un clásico del lugar (no por desgana, sino por olvido): el chupito de Jack Daniels para rematar la faena. Después del concierto hay anunciada una fiesta en el Moloco, cerca de Conde Duque. 12:45 h allí aparcadas están de nuevo las Lambretas. Primera copa, pero el sitio es soso. Queremos más, estamos impacientes (sobre todo Fernando). Apuntamos fuerte, ... demasiado: segunda en el Moroco de Alaska. 02:00 h. Antes de entrar, en el insaciable estómago de Fernando suena el despertador y entra a repostar en un “siempre open” en San Bernardo. Yo diría que no hemos hecho aún la digestión de las hamburguesas, él verá. En la puerta dos payasetes enarbolan banderas republicanas. En el Moroco hay muy poca gente y mal avenida. Se acerca un “curasan” a decirnos que no pongamos la copa en el suelo de la pista (más vacía a esas horas que la Catedral de la Almudena): no sea que tropiece algún fantasma. Tampoco quiere ver las chupas en la barra, ni ... ¡Que tipo tan cansino, el “curasán”!. La música es simpática según el momento, pero hoy nos parece rancia y pasada de moda: disco de los ´70. Este sitio no evoluciona, continua el mismo DJ de hace mil años. Ya sabemos que “vuelve el disco y las maxifaldas”, pero queremos mucho más. Paseamos por la Gran Vía, engalanada para la boda de mañana: el Príncipe y Leticia. Hemos notado que un espía nos persigue disfrazado de guarro y cada vez que le miramos disimula haciendo que “mea” en la pared. Son los servicios secretos de Su Majestad. Todo está plagado de policías nacionales. 3:30 h, Fernando nos lleva a un sitio nuevo (para nosotros) “ocho y medio” en una calle perpendicular a Gran Vía a la altura del edificio de Telefónica. Es justo el tipo de garito que necesitamos: dance y ambiente, ... quiero decir mucha gente, aunque también hay de lo otro. Al principio desconfiamos, al asomarme una “novia” a la puerta. Aunque a esas horas y con algo de alcohol a alguien le pueda parecer una princesa, es sin duda un esperpento de novia, probablemente retirada de cualquier tugurio de la zona por algún chulo. Una vez dentro bailamos entre gente moderna, giris, gays, gente de todo tipo. Suena un “temazo” clásico de New Order que nos acompaña el resto de la noche y varios días después, mientras proyectan una Peli de François Truffaut. El contraste es curioso. Me imagino yo allí pinchando House y Drum & Bass. Madrid necesita Clubes al estilo Londinense, un poco más vanguardistas (sólo en lo musical, no en lo estético). Mola la “cutrez” de estos sitios de la Gran Vía. La noche ha ido tomando intensidad y nos queda fuelle para rato. A esta hora la Gran Vía está atestada de Policías. No dejan cruzar de una acera a la otra. Al final lo conseguimos. Un anormal dice: “... viva la República...”; a lo que un Policía responde “...viva tu cabeza abierta...”. ¡Que macarra el madero!. 5:00 h El Sol. Otro clásico, muchos decibelios para nosotros, pero no para un tipo que está durmiendo en medio de todo el bullicio. Una tía le desliza un chorrillo de cubata por el cuello para despertarle y pega un bote. Hay giris a patadas, ardientes princesas que vinieron del frío Este. Tías borrachas que dan pena bailando descalzas. Vacilamos y bailamos un rato. 6:15 h, empieza a amanecer. En la puerta del El Sol un moro guarro nos ofrece “perico”. - ¿Perico?, no, un taxi, además preferimos a Indurain. Empezamos a pensar en el repliegue mientras asistimos a la impresionante “marea azul” policial en la Gran Vía. Hay que cruzarla otra vez, y el madero de turno pretende que vayamos a dar la vuelta hasta Cibeles. “Mira chatín, llevamos horas bailando y tenemos los pies que no los sentimos. No seas cansino y déjanos cruzar”. El tipo es más duro que Colombo y no accede. Al final cruzamos. Una negrita viene andando frete a nosotros con unos andares de “pato mareao”. - ¿te aprietan los zapatos? - Si, ¿te gustan?. - Si. – ¿Follamos?. - Que no. 6:30 h, tomamos unos curros y porras en otro clásico: El Brillante de Eloy Gonzalo. El camarero nos sirve el último chupito de la noche, esta vez de zumo de naranja. ¡Como entra!. 7:15 h, paso por los “Hermanos ...” de Costa Rica para llevarle a Pilar unos churros. 7:30 h, estoy desvelado y tengo un zumbido en los oídos, así que empiezo a escribir estas líneas. Mañana es un día importante para Madrid, es la boda del futuro Rey de España.

2004-04-29-jueves: «Turangalîla Symphonie»

Empiezo el día con una suite para arpa de Benjamín BRITEN. Me encanta este músico inglés. Casi todas las obras que he escuchado son bonitas, aunque difíciles. Esta suite es un poco “light”, pero es que hacer algo interesante para solo de arpa ... Este instrumento acompañando una orquesta sinfónica queda muy bonito, como por ejemplo en obras de franceses como RAVEL o DEBUSSI; sin embargo en solitario me parece soso. No me puedo quitar de la cabeza al mudito de los hermanos Marx. Por la tarde voy con Paloma y Pablo al auditorio. Nos aguarda una tarde magnífica. «Turangalîla Symphonie» de OLIVIER MESSIAEN (1908-1992). Esta obra y autor los conocí en 1989: un sábado por la mañana me levanté pronto y, todavía en pijama, puse la tele. Me quedé flipado al ver la interpretación de esta obra, desconocida para mi, por la orquesta de RTVE en el teatro Monumental. Era la segunda vez que se interpretaba en Madrid y con MESSIAEN presente en los ensayos. La primera había sido en el Teatro Real en 1974, por la misma orquesta y también en presencia de Oliver. Me impresionó la modernidad de la obra, su vanguardismo, y ese instrumento extraño para mi, sobre el que el intérprete dejaba resbalar su dedo índice (ondas martenot, luego me enteré). Quería esa obra en disco y Pablo me la regaló unas navidades. Una magnífica versión de la Orquesta Sinfónica de la Radiotelevisión de Luxemburgo, dirigida por Louis de Forement con Ivonne Loriod al piano (segunda mujer de Olivier y antes alumna suya) y Jeanne Loriod al ondas martenot (cuñada de Olivier). Desde luego que esta obra no deja indiferente a nadie. Primero fue en casa de mis padres y luego en casa; siempre que pongo este disco alguien protesta e insiste en que se quite. Antes era Belén y ahora es Pili. ¡Es que no ven colores!. Este año es la segunda vez que vemos la obra en el auditorio: la primera fue la ONE dirigida por José Pons (con Igor Roma y Philippe Arrieus) y esta vez la Orquesta Sinfónica de Madrid dirigida por José De Eusebio (con Ananda Sukarlan y Valerie Hartmann-Claverie). Las dos han sido muy buenas, pero la verdad es que cada momento se vive de una forma. Esta obra la habré escuchado ... no sé ... decenas de veces. Pues en directo es alucinante descubrir matices que antes no había descubierto del piano, de la percusión, del vibráfono, disonancias del clarinete con el oboe, ... Creo que lo más peculiar de esta obra es el ambiente que crean el piano, ondas martenot, jeu de timbres (una especie de glockenspiel), celesta, vibráfono y tubular bells. Impregnan toda la sinfonía de un aire oriental muy sugerente. Por otro lado está toda esa percusión, que requiere de 8 interpretes al unísono, que resalta el carácter marcadamente rítmico de la música de Messiaen; pero un ritmo de valores desiguales y tiempos irregulares tan característicos. Olivier consigue sin duda su propósito, con ese sentido tan místico, de evocar el sentimiento del amor, un amor por todas las cosas.


2004-05-03/04-lunes/martes: «Estambul»

lunes- 8:00 a.m. de nuevo en el aeropuerto, esta vez con destino a oriente: Estambul, en viaje relámpago. Voy a conocer por primera vez el continente asiático, aunque sea de refilón y eso me tiene algo nervioso. Turquía tiene frontera con un montón de países del este, entre otros con Iraq. Recuerdo la película “Expreso de media noche”, en la que a un tipo le hacen de todo en una cárcel turca por un asunto de drogas. En la puerta B21, la mía, se anuncia el vuelo anterior con destino a Tel Aviv. Incluso cuando fui a Lituania o a Chile estaba más tranquilo y es que estos países islámicos no me inspiran la menor confianza. Sin embargo me tranquilizo pensando que Estambul debe ser uno de esos lugares rebosantes de historia, al estilo de Roma o Atenas. No en vano es la antigua Constantinopla. Para matar el rato hasta la salida del vuelo voy a comprar un perfume a Pilar en el Dutti Free: de Jean Paul Gaultier. Ayer fue el día de la madre y ha sido un fin de semana duro; todo el día lloviendo, Pilar y yo medio cabreados, Alejandro y Gonzalo llorando, ...¡qué dolor de cabeza anoche!. Los quiero mucho a los tres. 18:00 p.m. hora local en Estambul, estoy en el aeropuerto. Espero la cola de control de pasaportes en la que ya se nota que no estoy en Europa. Todo el mundo moreno, con bigote, con cara de kurdos, argelinos, chilabas, ..., ¡huele a sudor!. Llega mi turno y el poli me dice que tengo que pasar por otra ventanilla a pagar un visado. Me timan 10$. ¿Y estos quieren ser europeos?. Recuerdo una de mis dudas de pequeño: ¿por qué el Macabbi de Tel Aviv juega la copa de Europa de baloncesto?. Lo mismo pensaré cuando estos insensatos musulmanes entren en la Comunidad Europea, si es que lo consiguen. Una vez comprobado por el Poli que he pagado el “impuesto” sella mi pasaporte: pone “GIRI”, ¡qué jodío, así este es el origen de la palabrita!. Cojo un taxi que no puede ser más cutre y desde él llamo a casa. Nada más descolgar Pilar oigo a Gonzalo llorando, sin duda ya me echa de menos. El taxista no habla ni media de inglés, así que todo el camino nos comunicamos por grunillos onomatopéyicos. Vamos por una vía similar a la M-40 y el tráfico es espantoso. Esta vía circunvala Estambul que vamos dejando a nuestra derecha: casas y más casas. La vista intimida. Son censados unos 12 millones de habitantes pero me dicen que pueden alcanzar los 15 millones con facilidad. Es como si el Bósforo separase dos ciudades juntas como Madrid y Barcelona. Y más todavía. Me imagino aquí perdido en uno de mis recurrentes sueños. Cada vez que vislumbra un río de luces rojas de frenos, el taxista comienza a dar frenazos y agitar los brazos con aspamientos, ¿estará haciendo sus ejercicios de gimnasia matinales?. Cruzamos el Bósforo. “A lot of traffic over the river”. El taxista es consciente de que llevamos 30 minutos en el taxi y que debo estar harto. Yo pienso en la clavada. Saca un fajo de billetes del bolsillo y extrae uno que entrega al taquillero del peaje; éste lo toma y devuelve otro fajo de billetes. Hablan en millones, la moneda tiene un valor paupérrimo. El billete más valiosos es de 2000 pelas y prácticamente no usan monedas. En la cola del peaje se acercan a los coches algunos chicos que llevan sostenido en su brazo un palo en el que encestan una especie de roscas de pan. Es la variante Turca a los clinex del semáforo. Una hora de viaje que acaba en el hotel del barrio de Bostanci (zona asiática). Me clava 30$ que después de todo me parece barato. Compro un plano de la zona asiática en una tienda en el interior del hotel. Aquí no regalan ni el aire que respiras (me costó 10$ de visa). Me malentiendo con la chica turca de la tienda que chapuerrea menos inglés que el “chache”. Mola sentirse el listillo que conoce idiomas y me tiro el pisto un ratillo. Dada la hora que es y lo intimidantemente grande que me ha parecido la ciudad desde el taxi, decido dar un paseo por Bostanci. En esta zona vive el Director de la fábrica que visitaré mañana, así que supongo que será un barrio privilegiado para europeos occidentales. Me bastan 50 metros andando para hacerme idea de dónde estoy. ¿Como lo explicaría?. Si estuviese en Madrid esto sería el Pozo del Tío Raimundo. Todo el mundo se parece a Alí Agca y todos me miran: eso significa que no paso por uno de ellos ¡lo celebro!. A pesar de lo cutre y asqueroso que es todo, me resisto a estar a 3500 km de casa, en otro continente y a meterme en el hotel. Venzo mis escrúpulos, giro 180º y tomo dirección contraria con la esperanza de que mejore el panorama y pueda ver la “luz”. No mejora, ... empeora y la cosa se pone cada vez más “oscura”. Veo garajes asquerosos, coches destartalados con música pachanguera árabe a toda caña, bares sucios, aceras rotas, pandillas de chicos con cara de pocos amigos caminando por medio de la calzada, ..., siento inseguridad. Maldigo al tipo de la fábrica que me obligó a cambiar mi hotel de la zona europea a ese submundo, aunque bien pensado, y para un ratillo merece la pena por ver la realidad de estos países. No dudo que Estambul tenga su zona turística interesante y bonita, pero ¡qué imagen tan limitada del país debe tener un turista convencional que ciñe su viaje a los circuitos turísticos del gueto europeo!. Pienso en la fuerza que puede mover a un español para dejar su país y venir a vivir a esta “mierda de sitio”. Hay gente capaz de hacer cualquier cosa por un poco más de dinero o por ver escrito en su tarjeta “General Manager”. Pero ¿manager de qué, “pringao”?, ¿de cuatro “mataos”?. En la fábrica son 8. Tres españoles y cinco mujeres turcas en una línea de montaje. Vamos, un “empresón”.. Y luego la justificación: ”... es una gran experiencia...”. ¿No sería mejor experiencia en Londres, Roma, Berlín, etc, etc, ....?. Después del magnífico paseo y sin el valor suficiente para hacer una foto vuelvo al hotel resignado. Entro en el bar y escribo estas líneas bajo una luz tenue mientras a mi lado un piano acompaña a una voz femenina en vivo cantando canciones que suenan a Franco Battiato cuando escribe melodías “sufís”. Para olvidarlo todo e irme con algún recuerdo positivo, decido meterme una señora cena en la planta 11º del hotel (a la salud del fabricante que la va a pagar), por haberme metido en Bostanci. Frente a mi mesa hay una gigantesca cristalera a través de la cual veo torres de viviendas que bien podrían estar en ... Moratalaz. Una vez más una vista deprimente. Los edificios, semiluminados, se iluminan ahora por destellos de una fuente de luz desconocida. Recuerda imágenes de bombardeos nocturnos, pero en miniatura. No exagero. Hablo con Pilar y Alejandro.
martes- nada que destacar en la visita a la “fabriquita”. En la comida el clásico de provincias que no podía faltar: “... jamás viviría en Madrid ...¡qué tráfico!...”. En este caso dicho con rotundidad por un muchachito ingeniero del “incomparable marco de San Sebastián”: el General Manager. ¿Y qué coño haces viviendo en este infierno de coches, General Manager?. Me quedo con las ganas de decirle que yo tampoco viviría en el PV, no por el tráfico, sino por que nunca sabes si tu vecino, o tu primo, o tu compañero de trabajo, o ... tu padre, es un pistolero. Comemos en un “chigre” de foto. En medio de un cruce de caminos polvorientos, bajo un solazo que no lo han visto en Benidorm. Salvando las distancias, me recuerda a uno de esos sitios de carretera de Arizona, que salen en las “pelis”: en mitad del desierto, con cuatro tipos duros sentados en el porche apurando un pitillo mientras el viento menea los letreros. Aquí esos tipos tienen la tez más morena que “farruquito” y un bigote que debe ser de nacimiento. Nos ofrecen un plato único a base de tiras de cordero asado. ¡Si lo viera Cándido ...“Y nada de alcohol, sólo yogurt líquido (collul para Alejandro). De vuelta al aeropuerto el taxista es otro “fenómeno”. Vamos con retraso, pienso que no llegamos ni de “coña”. Me da igual, pienso, si no llego al vuelo me pillo otro taxi y me resarzo metiéndome en un hotel de lujo en la parte europea; que les den. Al final llego, sudando, pero llego gracias al taxista que ha hecho kilómetros por el arcen. 22:00 Madrid.


2004-05-05-miércoles

Empiezo el día con las Suites para violoncelo de BACH. Muchos adjetivos para esta música: enorme, dura, profunda, expresiva, oscura, espiritual. Son como uno de esos cuadros flamencos del siglo XVIII, sin colores, apagados, con temas mitológicos, tristes. Sin duda puro arte musical que seguirá reconociéndose dentro de 50 siglos. Es música reducida a la mínima expresión, pero con la máxima expresividad.