jueves, noviembre 11, 2004

2004-11-11-jueves: LISBOA-2004

Recuerdos del viaje: escritos mientras escucho “Noites do norte ao vivo” de Caetano Veloso (recomiendo este disco al universo entero). Quizás hubiera sido más apropiado emplear fados de fondo, ... pero no me gustan.

Primer día:
Nos parece mentira estar camino de Lisboa sin niños alrededor. Comienzo conduciendo yo. Primera sensación: “una carretera, buena música y buena compañía”. Las chicas cotorrean en los asientos traseros del Megane, mientras nosotros canturreamos “hits” de los ochenta que Fernando se ha ocupado de recopilar con interés en guarros cd´s carentes de cualquier crédito. Belén se extraña de la ausencia de barreras aduaneras en la frontera Luso-Española. ¡Pobrecilla, viaja tan poco!. Fernando va más tieso que la mojama aquejado de una contractura en el cuello, seguramente provocada por una mala postura .... delante del ordenador. No sé si su pañuelo de seda anudado al cuello hace algún bien por aliviar su molestia, pero desde luego contribuye a ennoblecer su estampa. Pilar ha prometido a Alejandro traerle un barco pirata y ellos han prometido a Pablo la equipación del Benfica. Demasiadas promesas teniendo en cuenta que llegaremos a Lisboa en sábado por la tarde y el lunes es fiesta también en Lisboa. Parada en Evora donde comemos en el restaurante Martinho da Arcada. No sabemos, ni nos importa, si es una sucursal del famoso restaurante del mismo nombre situado en la Plaza del Comercio de Lisboa, aquel donde comía otro Fernando, Pessoa, o simple casualidad. Lo importante es que comemos bien y barato ... y que el camarero es del Benfica. Cruzamos el puente del 25 de Abril acompañados por un estruendo molestísimo que provoca el firme metálico sobre los neumáticos. Tantas veces hemos estado en Lisboa que callejeamos hasta el hotel de siempre con la misma facilidad que si estuviésemos en Prosperidad. Habitaciones contiguas 503-505, ¡parecen dos Peugeots!. MTV en la TV: que no falte la música. Veo un vídeo de los Scisors Syster. DWalks me habló de ellos. Es sábado así que decidimos hacer una primera incursión por el barrio alto. Caminamos tranquilos por Avenida da Liberdade. El grupo se escinde en dos. Ellas, como no, miran escaparates. Nosotros hacemos planes de dónde tomar la primera cerveza. Pero no será cerveza, sino ginginha, o como se diga. Es ese aguardiente de guindas que quita la respiración. Los tomamos en Portas de Santo Antao y Lg. Domingos. Como buenos españoles llamamos la atención con chirigotas y carcajadas que no pasan desapercibidas a la concurrencia. Fernando muestra ávida querencia por las iglesias y los bares, ¡extraña mezcla!. ¿Qué abrá sido del Señor Elefante?, sólo Dios lo sabe, desde luego en la Plaza del Rossio no sigue. Ya es de noche cuando llegamos a la Plaza del Comercio y no hemos catado aún el zumo de cebada luso. A Fernando se le ilumina la mente y de repente recuerda un bar al estilo Pub ingles en el Cais do Sodre. Las manecillas del reloj que cuelga de la pared marchan en sentido contrario al habitual, jodiendo por completo el dicho de ... ”en el sentido de las agujas del reloj” ... será en todos menos en del Cais do Sodré, que es un reloj tan válido como cualquier otro y que además da la hora estupendamente. Quizás fue un reloj que permaneció más tiempo del necesario en algún lugar del hemisferio sur, donde, como todo el mundo desconoce, el efecto de la aceleración de Coriolis hace girar el agua en el desagüe en sentido contrario a como lo hace en Barbate (por citar un lugar tan válido como otro cualquiera del hemisferio norte, y que Fernando agradecerá). A partir de ahora se propone modificar el famoso dicho por este otro: “en el sentido de las agujas de todos los relojes del Mundo menos el del Cais do Sodré”. Igual es un dicho largo, pero es más riguroso. A parte de esta disertación absurda, diré que catamos la Super Bock y la Sagres, lo cual es bastante más interesante, sin duda. Estos portugueses saben hacer cerveza. Ahora me toca a mí proponer un clásico de los viajes a Lisboa y propongo una buena cena en el Bota Alta del Barrio Alto. Pero antes hacemos parada en “A Brasiliera” para degustar otra Sagres mientras nos adulamos porque nos da la gana. Como en otras ocasiones que estuvimos en Bota Alta, hay cola en la calle y parece que va para rato. Fernando decide amenizar la espera con unas cuantas chirigotas que un grupo de franceses que nos precede en la cola ríe sin parar, como si llevases meses faltos de alegría. “Fermé la port”-grita Fernando. ¡Están entusiasmados!. Fernando y yo no consideramos que haya que hacer ninguna exhibición de caballerosidad española delante de los franceses, así que nos dejamos de tonterías y decidimos que sigan haciendo cola ellas en la p... calle mientras nosotros ingerimos una Sagres en el bar de enfrente. Aunque el experimento nos sale rana ya que el bar resulta ser ... uno de esos de “ambiente”, ¡qué asco nos dan algunos!. Aprovechamos el momento para esbozar algunas ideas tocantes a nuestro próximo relato internauta, sobre un catador de vinos de oporto y una acaudalada bisnieta del Marqués de Valença. Por fin nos toca, por supuesto tomamos Bacalao y vino verde. En una foto sobre la pared del comedor se ve a Caetano Veloso comiendo allí mismo. Por eso le elijo para escribir este resumen. Salimos satisfechos. “Orguar”, “bon apetite”-dice Fernando. Los franceses saludan mano en alto. Nos quedamos con ganas de entrar en una especie de sesión House en un antro cerca del Restaurante en la que toca Siu Siu, que en pocos días estará en Madrid. Las chicas hacen una mueca y al final nos tomamos algunas copas por allí cerca...que gozada sin niños. Seguro que Pili y Belén no ha dejado de pensar en ellos en todo el día. Taxi al Embaixador, please.

Segundo día:
¡Oh, qué dolor de cabeza!. No me extraña: cerveza, ginginha, vino verde, oporto, güisqui...¿habrá sido el agua?. Buscamos un sitio para desayunar cerca del hotel, pero está todo cerrado. ¿Será que es domingo?, ¿será que han cambiado la hora y es muy temprano?. O será todo. El caso es que más de uno y de una necesitamos un café urgente. Bajamos andando por la Rua de Santa Marta en dirección a la Baixa. Por fin encontramos una cafetería cutre, más bien un bar, de esos que en Madrid hubiéramos evitado pero que en Lisboa tienen su encanto. Nos quedamos atónitos mirando como la señora nos sirve unos cafés con leche. No queremos criticar las formas y damos por buena la forma foránea. En el fondo está bueno, pero lo valoramos escaso para nuestra biología a esas horas. Metros más abajo localizamos otra cafetería-bar y bebemos más café con sucedáneo de Pastéis de Belem. Pili por supuesto ingiere más dosis de azúcar en forma bollo que el resto. Está encantada en esta ciudad en la que paso a paso te tropiezas con Pastelerías. El cuello de Fernando, ya de por si enjuto, no mejora. Belén, preocupada, piensa en una acción inmediata, de choque, que pueda atajar los dolores de su maridito, antes de que nos estropeen el día a todos. No sé como diablos se acuerda de que nuestro abuelo se rociaba con Bálsamo Tigre, un ungüento chino, ante la menor dolencia. Era una droga para él, completamente adicto al bálsamo ... y a sus puritos. Y mira por donde, andamos unos segundos y encontramos unos “chinos” abierto. El careto del chino fue un poema al ver a cuatro personajes a esas horas de la mañana entrar en su tienda y empezar a hacerle gestos. Y más increíble fue su inteligencia, ya que con solo estirar el brazo, sin moverse y sin quitarnos el ojo de encima, alcanza en la estantería un tarrito de Wild Tiger. Tanta diligencia nos dejó fríos. ¿Y si le hubiéramos pedido una ración de zarajos?, seguro que los tenía allí el muy c... Hemos decidido por unanimidad, tal y como corresponde a una familia bien avenida, pasar la mañana en la Alfama. Lo que no está tan claro para esta familia es dónde comienza y dónde termina el distrito-barrio-ocomolollamen de la Alfama. La vedad, yo no sé que interés puede tener la búsqueda de tanta precisión urbanística, pero Belén y Fernando casi llegan a las manos. Esto me recuerda mis discusiones de pequeño con Belén, sobre si la calle Sancho Dávila, dónde vivíamos a la sazón, correspondía al barrio de Salamanca o a Ventas. Pero en ese caso si había en juego una cuestión de clase y distinción. De verdad, me trae al fresco dónde empieza la Alfama. La cuestión es que después de coronar a pie dos puertos de segunda, un primera y por último uno de categoría especial, hemos llegado a la parada del tranvía 28, que tomaremos, ante sugerencia mía, por una simple razón de salud de nuestras pantorrillas, que ya se van pareciendo a las de Federico Bahamonte. Pasamos por la puerta de La Sé, y Fernando no ha hecho el menor intento de entrar. Debe estar cansado de veras. El tranvía se mueve mucho, su madera cruje, da la sensación de descarrilar en cualquier momento. Pasa rozando las fachadas de algunas casas. Belén de pie, ha pedido a Fernando, sentado él, tan caballero, que le sujete su bolso de piel de leopardo para liberar una mano y mantener mejor el equilibrio. No se da cuenta del flaco favor que le ha hecho. La señora que está al lado de Belén si se ha dado cuenta y a duras penas logra aguantar una carcajada. Fernando, allí sentado, con las piernas juntas, el bolso leopardo sobre las rodillas, el pañuelo de seda anudado al cuello, y una sonrisita en su cara, tiene una pinta de maricona que ya quisieran muchos gaditanos. La señora nos desea “Felices vacaciones”. De repente Pilar grita en medio del tranvía atestado de gente: “el barco pirata”, ¡joder, le ha faltado decir: al abordaje!, ¡qué susto!. Era tan importante para ella encontrar en dichoso barco que está perdonada por el ridículo que ha hecho el grupo. De repente lo vio en el escaparate de una tienda abierta a pesar de ser domingo. Nos tiramos literalmente del tranvía. Estamos en el barrio de Graça. Desde allí, ya cuesta abajo, nos adentramos en el entresijo de callejas de la Alfama, llegando hasta el Campo de Santa Clara donde hay un mercado, cerrado al ser domingo. Hacemos la foto de grupo la estilo “The Commintments”. Son ya las once, no sabemos si hora española, portuguesa ... o qué, pero decidimos que en buen momento para catar la primera Sagres que nos quite de una vez por todas la resaca. La tabernilla elegida para el evento no puede ser más adecuada al ambiente Lisboeta que buscamos. Los cuadros de la pared, son ... no sé ni como explicarlo, no son pinturas, son ... no sé. En uno hay representado en tres dimensiones un campo de fútbol inclinado. Es inútil intentar explicarlo, lástima no haber hecho una foto. Después de una espera de media hora larga en “Malmequer, Benmequer”, en la plaza de Sao Miguel, comemos un arroz con mariscos. Rematamos con un oporto. Fernando quiere ir al hotel a ponerse su dosis de “Wild Tigre”y a echarse una cabezadita; ¡qué peligro, con lo que ronca el condenado!. En el ascensor del hotel se anuncia en la última planta, la 9ª, el “salón de las estrellas”. No dudamos que será por las vistas. Como en una aventura de “Los Cinco” saltamos una ventana que da acceso a una terraza y desde allí subimos, ante la atónita mirada de Fernando, que nunca leyó a “Los Cinco”, varias escaleras metálicas hasta llegar a la azotea. Sesión de fotos y siestecilla andaluza. Por la tarde regresaremos al Barrio Alto. Pilar nos guía, con algún error de apreciación, hasta Rua Escola Politécnica, donde se encuentra el jardín botánico, la universidad, y bonitas tiendas de antigüedades y muebles. El “Pabellón Chinés” (Café Chinitas para Pilar), está cerrado, al igual que el “Instituto del vino de Oporto”. Terminamos en la “Cervecería da Trindade” con una Sagres entre los dedos. Definitivamente nos decantamos por ésta en lugar de la Super Bock, que según me cuentan luego es de Oporto. ¡Oh, qué casualidad, allí están los franceses!, ¡“Orguar”, “bon apetite”!, ya somos casi íntimos. A Pilar la han recomendado una zona de restaurantes y copas en Alcántara. Tomamos un taxi que nos deja finalmente en la Doca de Santo Amaro. Son antiguas naves portuarias reconvertidas en locales de copas y restaurantes. Me parece todo muy artificial y falto del encanto propio de Lisboa, pero la pobre Pilar tampoco tiene la culpa. Además se celebra Halloween y todos los sitios se adornan para la ocasión, lo cual los hace todavía más impersonales. Podríamos estar perfectamente en el paseo marítimo de Torremolinos. Visto lo visto y después de una excursión por la desértica Doca de Alcántara, acabamos en un italiano. Y no merecería más comentarios, a no ser destacar el tostón que nos pega durante la cena un italianín que canta y toca al teclado éxitos del verano, incluido “Ese toro enamorado de la luna”: ¡Patético!. Resolvemos coger un taxi de inmediato y alcoholizarnos en el Barrio Alto, que por mucho gay que haya, es más auténtico. Luego todo queda en un par de copas. El día ha sido largo.

Tercer día:
Qué rápido ha pasado el tiempo. A medio día partiremos otra vez hacia Madrid. Conduzco por las callejas empedradas de Lisboa donde las ruedas del coche resbalan sobre las vías del tranvía. Vamos a desayunar a la Pastelería de Belem, donde despachan los famosos pasteis, que Belén a olvidado. A Pilar se le encienden los ojos allí. Hay quién se arrepiente de engullir más Pasteis de la cuenta. Vamos a Estrela donde Fernando disfruta de la Basílica y paseamos para llegar a Lapa. Bonitas calles, casas y vistas espectaculares del Tajo. Vemos embajadas, casonas de lujo, pero todo ello siempre bajo el aspecto lisboeta que a Fernando recuerda a países latinoamericanos. Llegamos al Hotel Lapa Palace, considerado el mejor hotel de Lisboa. En la puerta forman chóferes de color junto a coches lujosos pareciendo aguardar la instrucción del Señor para ponerlos en marcha. Entramos a curiosear y voluntariamente nos enseñan una habitación que acogió la sala de afeitado y aseo del Marqués de Valença. ¿Y ese quién era?. Ante tan cortes ofrecimiento del mozo, no podemos por menos que tomarnos un café-cerveza en el bar, pensando en la clavada que nos va a caer, pero disfrutando del momento. Un día cálido y enormemente soleado. Estamos en un salón luminoso, acogedor y coqueto, completamente solos. La cuenta no es tan abultada como esperábamos. Hemos apurado al máximo y es hora de dedicar unos minutos a los chicos. Nos separamos y al final compramos el magnífico barco pirata, y ellos una camiseta de la selección portuguesa de fútbol con el nombre de Figo a la espalda. Nosotros nos hemos quedado sin Oporto, aunque nos llevamos, como no, una Sagres. Comemos de nuevo en la Alfama Bacalao con natas para todos como despedida. Termino conduciendo yo.

Acabo de escribir mientras suena “Menino Deus”, como una bendición.